Según Francesc Villarroya, jefe de grupo del CIBEROBN y catedrático de Bioquímica en la Universidad de Barcelona, “los mecanismos que hemos confirmado como efectivos para aumentar la grasa parda -que es una grasa saludable y necesaria para el organismo- son el ejercicio físico y el mantenimiento de una temperatura no muy alta, por debajo de los 22º”. Así lo aseguró el experto con motivo de una reunión científica sobre los diferentes tipos de grasa y la prevención de enfermedades, celebrada en la Universidad de Navarra.
El investigador señaló que estudios en EE.UU. y Reino Unido “indican que la temperatura de confort percibida por la población ha aumentado significativamente en las últimas décadas, lo que lleva a que se aumente la temperatura en el uso de calefacción de forma gradual. Ese aumento bloquea procesos de gasto energético necesarios para el equilibrio del peso corporal, y es muy poco ecológico, además”.
Este incremento de la temperatura de confort forma parte, añadió, “de un ambiente en general que induce a la obesidad, con una disponibilidad cada vez mayor de alimentos ricos en calorías, bebidas azucaradas, etc.; así como un sedentarismo mayor, más profesiones que no implican movilidad en el lugar de trabajo, y ambientes cerrados y caldeados artificialmente que anulan los mecanismos de disipación de calorías ingeridas para generar calor”.
Precisamente ese es el modo en el que trabajan las grasas pardas y beige: “Estos reservorios de grasa en nuestro organismo disipan la energía en forma de calor y participan en el control del metabolismo de azúcares y grasas”.
Omega 3: activador natural de las grasas parda y beige
Por otra parte, el experto -quien publicó junto con su equipo un estudio en Nature Communications sobre el papel de los ácidos grasos Omega-3 en la activación de las grasas parda y beige- explicó en el encuentro que todavía hay que precisar “qué moléculas derivadas del Omega-3 son las que verdaderamente ejecutan esos efectos beneficiosos sobre el metabolismo y, de ese modo, desarrollar estrategias de intervención nutricional.
En conjunto, subrayó que los trabajos de investigación se dirigen ahora a encontrar herramientas para activar la grasa parda con independencia de la temperatura ambiental y teniendo en cuenta las peculiaridades de cada individuo, con biomarcadores para detectar de forma sencilla y barata el nivel de las distintas grasas: “Recordemos que la grasa parda activa no influye solo en la obesidad, sino en la reducción de los niveles de glucosa en sangre y, como consecuencia, en la prevención de la diabetes, especialmente en la etapa adulta”.
Este encuentro –coordinado por las catedráticas de Fisiología e investigadoras del Centro de Investigación en Nutrición de la Universidad de Navarra y de IdiSNA, y editoras de Journal of Physiology and Biochemistry, María Jesús Moreno Aliaga y Pilar Lostao- contó con un centenar de asistentes nacionales e internacionales.